viernes, 10 de septiembre de 2010

Memoria de mis putas tristes, Gabriel García Márquez

Un viejo de ochenta y nueve años, putero empedernido durante toda su vida, feo, a decir de él, pero con un gran éxito entre las mujeres, según se desprende de la historia, decide darse un homenaje en su nonagésimo cumpleaños acostándose con una virgen. Es el comienzo de una muy peculiar historia de amor entre el vejestorio y una niña adolescente. No es Lolita, por si lo estáis pensando ya, sino una historia mucho más friqui. En realidad, la historia no vale un carajo, pero este libro es un ejemplo de la varita mágica del "dios de la literatura latinoamericana." Si García Márquez decidiera reescribir la guía telefónica, la leeríamos del tirón, arrobados y fascinados para, al llegar al final, agitar la cabeza y descubrir que acabábamos de leernos la puta guía telefónica. No sé a vosotros, pero a mí es lo que me pasa con la literatura de este hombre, excepción hecha (¡y qué excepción!) de Cien años de soledad y de alguna que otra obra (como Crónica de una muerte anunciada o el Relato de un náufrago): escribe como nadie imaginaría que se puede escribir, lees cualquier cosa que salga de su mano porque tiene un sentido del relato como el de los abuelos de antes, los que sabían contar historias, pero las historias en sí, en su mayoría me dejan frío. Me pasó con La hojarasca, con El amor en los tiempos del cólera, con El general en su laberinto... Y me ha pasado con esta.

Así que vosotros veréis: si sois como yo, adictos a GGM, ahí la tenéis (se lee en un plis y la vais a disfrutar); pero si no, ni os molestéis.

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