domingo, 15 de mayo de 2011

Entrelazamiento, de Amir D. Aczel

Inicié la lectura de este libro con el objetivo de ponerme un poquito al día sobre algunas de las últimas observaciones en física cuántica y sus posibles usos. Y, bueno, no estoy segura de haber avanzado en la comprensión de un fenómeno tan misterioso como es el entrelazamiento cuántico, pero he disfrutado con la lectura de este ensayo. Por otra parte me ha quedado bien clarito que no hay muchas personas que de verdad comprendan la no localidad que tal fenómeno requiere, por mucho que sean capaces de hacer cálculos y diseñar sofisticados experimentos que demuestran su existencia.

El desarrollo del libro es histórico, como cabría esperar. El autor hace un esfuerzo notable por acercar la fenomenología cuántica al lector sin pasar por las ecuaciones, y en buena parte de los casos es capaz de comunicar al menos el estupor que el mundo cuántico ha causado durante un siglo a científicos inmensos y tan familiarizados como sea posible estarlo con el extraño comportamiento de lo pequeño. Otro mérito de este libro es el relato de anécdotas sobre la vida de los protagonistas y sus relaciones que no son las que he oído mil veces. Quizá para alguien más informado sobre la historia de la teoría cuántica no haya tantas sorpresas, pero a mí me ha resultado una amena e interesante lectura.

Tras una introducción a los orígenes de la teoría, se entra en la controversia entre Bohr y Einstein sobre la naturaleza misma de la materia. La parte más novedosa para mí ha sido la exposición, más adelante y hasta el final del libro, de los experimentos, cada vez más sofisticados, que han demostrado la presencia del entrelazamiento en fotones y en otras partículas, a distancias tan grandes que sin duda alguna no se ha podido transmitir información (tal y como la mayoría de nosotros visualizamos el espacio-tiempo) entre los dos eventos medidos.

El comportamiento del mundo cuántico me sigue pareciendo antinatural y, tras reflexionar sobre lo antiintuitivo del mismo (apreciación que también es la de la mayoría de expertos en el campo), me pregunto si nuestro cerebro es capaz de aprehender esa extraña realidad. Cuando nacemos poseemos un cerebro tremendamente plástico que se configura en función de las experiencias a las que se ve expuesto. Así, aprendemos nuestra lengua madre con total solvencia y, a los pocos meses, somos capaces de deducir las distancias a la que se encuentran los objetos y calcular dónde se hallarán cuando, tras moverse a una cierta velocidad, quedan ocultos, por ejemplo. Hay muchísimos experimentos que muestran cómo los bebés van desarrollando esa "intuición del mundo" -- del mundo clásico, por supuesto --, y así pueden captar la sorpresa en la magia y el humor de lo inesperado. A los pocos años gran parte de la plasticidad cerebral se pierde y, como bien sabemos y sufrimos, nunca volveremos a ser capaces de dominar una lengua como la(s) propia(s). Hay algunos humanos excepcionales en su capacidad de aprendizaje, pero no son muchos.

La comprensión básica de la mecánica cuántica, el desarrollo de una intuición educada para prever lo que sucederá en un mundo de entidades cuya mejor descripción parece ser la dualidad onda-corpúsculo, se encuentra con dificultades adicionales al aprendizaje de una nueva lengua: no hay nadie que haya estado expuesto en su tierna infancia al mundo cuántico y haya crecido con un cerebro capaz de intuir lo pequeño. El sincero asombro de Einstein, quien creía que toda teoría debía de incluir todos los "elementos de realidad" revela cuán condicionados estamos por lo que creemos percibir del mundo, por lo que es "real". ¿No lo es el entrelazamiento?

El libro abre con una cita de J. B. S. Haldane (1892-1964): "Mi propia sospecha es que el universo no sólo es más raro de lo que suponemos, sino más raro de lo que podemos suponer" y cierra con otra de Abner Shimony (n. 1928) y John Clauser (n. 1942): "Las conclusiones del teorema de Bell son filosóficamente sorprendentes; o se abandona completamente la filosofía realista de la mayoría de los científicos en activo o se revisa drásticamente nuestro concepto de espacio-tiempo.".

Ahí seguimos: los elementos de realidad se llaman ahora filosofía realista. ¿Acaso damos vueltas alrededor de lo inaprensible?

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