martes, 28 de junio de 2011

The Tell-Tale Brain, de Vilayanur S. Ramachandran

Los seguidores de House recordaréis el capítulo de hace un par de temporadas en el que House, que  acaba de salir del manicomio y va de "intentar hacer  el bien", tiene un rifirrafe con un vecino manco con muy mala leche. La mala leche se la produce un dolor continuo en el brazo fantasma (así se llama al miembro amputado que todavía se percibe como real) debido a que éste fue arrancado por una bomba mientras mantenía el puño apretado, con lo que se le ha quedado en ese estado y está permanentemente acalambrado. (Aviso: lo que viene ahora es un spoiler). La forma en que House cura a este enfermo mental (porque no se le puede llamar de otra manera) parece de coña: le hace introducir el brazo real en una caja que tiene un espejo, le pide que coloque el brazo de manera que la imagen esté en la posición del brazo fantasma y entonces le dice que abra ambas manos al mismo tiempo. El individuo lo hace e inmediatamente comprueba que el brazo fantasma se le ha relajado y el dolor ha desaparecido. Pues este método circense de curar miembros fantasmas agarrotados es real, funciona y su inventor es el autor de este libro, Vilayanur S. Ramachandran, un famoso neurofisiólogo experto en todo tipo de enfermedades mentales, en su curación y en su explicación. Y después de leer su libro yo añadiría que es un puto genio.

Por su planteamiento inicial el libro parece que va a ser uno más de la saga de Oliver Sacks, donde se cuentan extrañas enfermedades mentales y se sugieren algunas vinculaciones con procesos cognitivos. Pero es una falsa impresión. El libro es mucho más que eso: es un modelo completo de la mente. Y a juzgar por los resultados terapéuticos que se derivan de las hipótesis  que propone Ramachandran, parece un modelo muy creíble. En el prólogo del libro el autor nos anticipa que va a intentar demostrar una tesis que está muy demodé, a saber, que el ser humano es especial en el reino animal. Con la aceptación de la teoría evolutiva y una vez pasada la época victoriana, se ha instalado cada vez más la idea de que no somos "más que" unos chimpancés con unas capacidades un poco más desarrolladas, que en el fondo ninguna de nuestras habilidades mentales es nueva porque se puede encontrar, si bien en una forma algo más rudimentaria, en  los simios superiores. Ramachandran afirma que siendo cierto esto último (no del todo, porque sí parece que hay un par de módulos especializados que son exclusivos de los humanos), la interacción entre esas capacidades ha producido una exaptación retroalimentada tal que nos ha llevado a un plano mental muy, muy superior al de nuestros primos lejanos. Y la verdad es que, si uno se para a pensarlo y se libera del mensaje que nos han transmitidos cientos de documentales y artículos de Nature, hay que admitir que tiene toda la puta razón.

A partir de ahí el libro explora distintas capacidades de la mente, desde la visión hasta la autoconciencia pasando, como no, por el lenguaje, y lo hace explicando exóticas enfermedades mentales y justificando, a partir de la investigación neurológica, cómo se producen estas enfermedades y qué nos dicen de cómo funciona un cerebro normal. El modelo de la mente que aparece es el de un conjunto de módulos especializados, que han aparecido por diversas razones evolutivas (de las que aventura algunas hipótesis bastante razonables) y que se han adaptado a otros usos debido en parte a su interacción y en parte a su versatilidad. A diferencia de otros libros que he leído sobre el tema, el conjunto sorprende tanto por su coherencia como por su rigor científico. No sólo propone explicaciones plausibles: cuando los hay, comenta experimentos que las prueban, y cuando no, propone experimentos que las puedan falsar. En general, los experimentos resultan sorprendentemente simples y muchos de ellos tienen, además, una vertiente terapéutica, porque el objetivo primordial de este hombre es curar a sus enfermos, o al menos paliar su problema.

El tema de las neuronas espejo merece mención aparte. Quizá hayáis oído hablar de ellas: son neuronas que responden a un estímulo propio, pero también al mismo estímulo actuando sobre otra persona a la que estamos viendo. Son, evidentemente, la fuente de la empatía. Pero hay algo más: la única razón de que no sintamos realmente el estímulo que se ejerce sobre la otra persona es que superpuesto a la excitación de las neuronas espejo hay un circuito inhibidor. De hecho, si este circuito está dañado o si se anestesia... ¡percibimos el estímulo como propio! Es como si las mentes estuvieran conectadas entre sí y, de hecho, tuviesen que inhibir esa conexión para sentirnos individuales. Así que la próxima vez que alguien os hable con horror de que un dolor ajeno lo sentía como propio, tal vez no esté exagerando...

Otro asunto interesante es el de la sinestesia. Así se llama a la capacidad que tienen ciertas personas de percibir los números o las notas musicales de colores. Listz era famoso porque cuando ensayaba con la orquesta decía cosas como "esto hay que tocarlo más morado" o "ha sonado un poco rojo". Se trata de un "defecto" de falta de inhibición de unos estímulos que no deberían activar sensaciones en otras áreas contiguas de las receptoras del estímulo. Pero a todas luces, lejos de un defecto, la sinestesia puede resultar en una gran ventaja. Bien, pues parece que así es todo nuestro cerebro y así evolucionó. Cuando uno entiende que la sinestesia no es exclusiva de los sentidos sino que puede producirse entre cualquier par de zonas del cerebro, es fácil darse cuenta de que capacidades de las que consideramos más abstractas o elevadas (nuestra capacidad de producir y entender metáforas, por ejemplo) no son sino distintas formas de sinestesia. Nuestro cerebro es altamente sinestético.

En fin, no cuento más o acabaré reescribiendo el libro. Os dejo con el propio autor para que él mismo os dé más detalles de lo que vais a encontrar en él.

domingo, 12 de junio de 2011

A Planet of Viruses, de Carl Zimmer

Aquellos de vosotros que, como yo, vayáis con frecuencia al pediatra estaréis hartos de oír la frase "es un virus" referida a un conjunto de síntomas catarrales, estomacales, de otitis o similares. Oír virus y pensar en enfermedad es todo uno. Y sin embargo, el conjunto de virus que causan enfermedades es una ínfima fracción de los virus existentes en el planeta. Estamos rodeados de virus. Entre los descubrimientos más sorprendentes que se han hecho sobre estos seres (no diré vivos), su superabundancia y su importantísimo papel como vectores de la evolución de los seres vivos destacan de forma especial. Se han encontrado virus en los lugares más insospechados del planeta, como cuevas kársticas cerradas herméticamente desde hace millones de años o el mar (donde hasta no hace mucho se pensaba que apenas había virus). En muestras tomadas en el Océano Ártico, el Golfo de México y el Pacífico Norte, los biólogos han detectado 1.800.000 genes virales, de los cuales tan solo el 10% presentan alguna similitud con los de algún microorganismo, animal, planta u hongo conocido. No cabe duda de que son un inmenso archivo genético. Pero es que, en efecto, nuestro genoma, como el de prácticamente todos los seres vivos, está repleto de "fósiles" de retrovirus que lo infectaron hace mucho tiempo introduciendo en él nuevos genes o alterando la regulación genética de los existentes, a veces de forma drástica. Para muestra un dato: la placenta humana se adhiere al útero gracias a una proteína procedente de un antiguo retrovirus. ¿Cómo os habéis quedado? Solo ahora se está empezando a vislumbrar que la transferencia horizontal de genes mediada por virus ha desempeñado un papel fundamental en la evolución de los organismos superiores (como nos gusta llamarnos a nosotros mismos).

Pero como dijo Susanna en una charla que le oí hace poco, nuestra visión de la biología está fuertemente sesgada por la inversión que se hace en ella, y la inversión en la investigación viral va encaminada a combatir enferemedades. Así que de lo que más sabemos es de virus que producen enfermedades. Este libro destaca, sobre todo, esa faceta de los virus. De un modo que recuerda a un documental de la BBC, Zimmer nos habla del descubrimiento de los virus, de la gripe, del virus del papiloma, del virus del SIDA... Y cómo no, de la viruela y del Mimivirus, un virus gigante, con un ADN comparable al de una célula, que es, a su vez, infectado por otros virus y que pone en tela de juicio nuestra definición de ser vivo. Sobre la viruela no me resisto a destacar un episodio para la reflexión. Como seguramente sabréis, es el único virus cuya extinción estuvo en manos del hombre. En la época de la guerra fría la OMS se enfrentó al dilema de extinguirlo definitivamente y erradicar esa enfermedad de la faz de la tierra o preservarlo para su estudio. Optó por esto último, en una decisión tan bienintencionada como equivocada, y mandó muestras a dos únicos laboratorios, uno en Estados Unidos y otro en la Unión Soviética. Cuando ésta cayó se comprobó que esas muestras estaban en paradero desconocido. No es esta, sin embargo, la causa de que la decisión fuera errónea (aunque era previsible que eso podía ocurrir); con el advenimiento de las técnicas de secuenciación de ADN, el del virus de la viruela se ha secuenciado y ahora su secuencia se encuentra en muchas bases de datos. Es más, como los virus codifican sólo algunos genes, es incluso plausible que su secuencia se encuentre en la memoria de muchos biólogos moleculares. Y así el virus de la viruela se ha hecho inmortal. Ya no hay manera de extinguirlo porque incluso eliminando las muestras que se guardaron el virus se puede reconstruir sin dificultad por unos cuantos dólares. De este modo, el deseo de conservarlo para avanzar el conocimiento a través de su estudio ha tenido como consecuencia que se ha hecho invencible. Hasta no hace mucho se podía matar un virus definitivamente. Ahora ya es imposible.

Es un libro corto, muy ameno y lleno de curiosidades e historias interesantes como las que acabo de mencionar. Aunque en mi opinión, es un libro muy sesgado del lado de la patología. Tal vez no se sabe aún lo suficiente de los virus como para escribir un ensayo elaborando más los otros aspectos, para mí más interesantes. En todo caso, es una lectura recomendable.