viernes, 25 de noviembre de 2011

Mal de escuela, de Daniel Pennac

Hace unos meses reseñé en este blog un libro de Daniel Pennac: Como una novela, y entre los que aparecieron en el aparentemente fallecido Buzz (me gustaba más que google+) Mario Castro comentaba: “Mal de escuela es también muy bueno. Es más profundo y no se lee tan bien como el otro, pero se nota que el tipo sabe de lo que habla.”

Bueno, pues me le leído Mal de escuela y tengo que darle 100% la razón a Mario. Mal de escuela es genial. Es una reflexión sobre la escuela francesa (extrapolable a la escuela pública en general), sobre sus defectos y virtudes, pero lo mejor es el punto de vista que usa Pennac: el del pésimo alumno o “zoquete”, como cariñosamente le llama el autor. Comienza el libro describiendo su vida de estudiante… y sorpresivamente nos enteramos que él mismo fue un zoquete de mucho cuidado. Sus ocurrencias, como escaquearse de hacer los deberes, como birlarle pasta a su madre… A continuación comienza a reflexionar sobre el tema, de cómo la escuela está pensada para los buenos alumnos, cómo se las apañan los profes… todo además aderezado con multitud de anécdotas personales y desvaríos que son una auténtica delicia. Es verdad que es más duro de leer, pues salta de aquí a allá al parecer sin ton ni son, desvaría en sus peleas con su “yo” zoquete…

En resumen es una delicia que además te obliga a reflexionar sobre la educación, la forma de enseñar, en la pedagogía (todavía resuenan sus palabras el Como una Novela de “que buenos pedagogos éramos cuando no nos interesaba la pedagogía”), en especial en la enseñanza obligatoria. Me resultó especialmente interesante su reflexión al final del libro sobre la sociedad de consumo, la escuela, los barrios marginales, y su tremenda crítica política al respecto. El último capítulo (el 14) de la cuarta parte del libro es delirantemente bueno. Con mi recomendación os dejo este trocillo:
[..] No, me pregunto solo qué tipo de zoquete habría sido yo si el azar me hubiera hecho nacer, digamos, hace unos quince años. No cabe duda alguna: habría sido un zoquete consumidor. A falta de precocidad intelectual, me habría refugiado en esa madurez comercial que confiere a los deseos de los adolescentes la misma legitimidad que a los de sus padres. Lo habría convertido en una cuestión de principios. Ya me parece oírme: Vosotros tenéis vuestro ordenador, ¡yo tengo derecho al mío! ¡Sobre todo si no queréis que toque el vuestro! Y habrían cedido. Por amor. ¿Amor descarriado? Es fácil decirlo. Cada época impone su lenguaje al amor familiar. La nuestra prescribe la lengua de los objetos. No olvidéis el diagnóstico de la abuelita Marketing: «De ello depende su identidad». Como buen número de niños y adolescentes a los que oigo, un poco por todas partes, yo habría sabido convencer a mi madre de que mi adecuación al grupo, mi equilibrio personal pues, dependía de esta o aquella compra:
—¡Mamá, necesito absolutamente las últimas NNN!
¿Habría querido mi madre que yo fuera un paria? ¿No bastaban ya mis lamentables resultados escolares? ¿Realmente había que agravar las cosas?
—Mamá, te lo juro, de lo contrario parecería un primo. —Corrección: «primo» está ya un poco pasado—. Parecería un petao, y eso no mola. En sus tiempos, Michel Audiard habría hablado de un lila o de un pazguato. «¡Ma, si no me pagas esos zuecos me tomarán por un lila!» Y mi madre habría cedido.
Pero, hace unos quince años, ¿habría sido yo el pequeño de cuatro hermanos? ¿Me habrían deseado? ¿Me habrían concedido el visado de salida? Cuestión de presupuesto, como todo lo demás.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Momentos estelares de la humanidad, de Stefan Zweig


Hace unos años me dio por leer algo de historia y cayó en mis manos un libro de Ernest Gombrich, Breve historia del mundo, pensado (y en eso concuerdo completamente) para los niños que leí como una novela de intriga (y en cierto sentido fue mucho mejor que muchas de las que me he leído, antes y después). Tanto me cautivó que me dediqué a buscar más libros del mismo estilo (recientemente encontré uno del español Fernando García de Cortazar, autor de una magnífica Historia de España, pero desgraciadamente, al menos para mi gusto, su Pequeña historia del mundo está a años luz de la de Gombrich) y cayó en mis manos este librito del alemán Zweig. El libro contiene 14 historias que describen 14 “momentos estelares” de la humanidad según Zweig. Son los siguientes:
1. Cicerón. 15 de marzo de 44 antes de Cristo.
2. La conquista de Bizancio. 29 de mayo de 1453.
3. Huida hacia la inmortalidad: El descubrimiento del océano Pacífico. 25 de septiembre de 1513.
4. La resurrección de Georg Friedrich Händel. 21 de agosto de 1741.
5. El genio de una noche: La Marsellesa. 25 de abril de 1792 .
6. El minuto universal de Waterloo: Napoleón. 18 de junio de 1815.
7. La elegía de Marienbad: Goethe entre Karlsbad y Weimar. 5 de septiembre de 1823.
8. El descubrimiento de El Dorado. Enero de 1848
9. Momento heroico: Dostoievski, San Petersburgo, plaza Semenovsk. 22 de diciembre de 1849.
10. La primera palabra a través del océano: Cyrus W. Field. 28 de julio de 1858.
11. La huida hacia dios. Finales de octubre de 1910.
12. La lucha por el polo sur: El capitán Scott, 90 grados de latitud. 19 de enero de 1912.
13. El tren sellado: Lenin. 9 de abril de 1917.
14. Wilson fracasa. 15 de abril de 1919.
Esos momentos, como el define son totalmente subjetivos, y tienen en común que el ir por uno u otro camino era una decisión de un instante (como ese electrón que “elige” la rejilla de la izquierda en vez de la de la derecha, en el último momento…) pero que nos conduce a un hecho histórico sin precedentes. Sus palabras, escritas en el prólogo son: «Tales momentos dramáticamente concentrados, tales momentos preñados de fatalidad, en los que una decisión destinada a persistir a lo largo de los tiempos se comprime en una fecha, en una única hora y a menudo en un sólo minuto, son raros tanto en la vida del individuo como en el curso de la Historia.»

Con esos datos el libro prometía así que me puse manos a la obra. He de decir que el libro me dejó perplejo. Toda mis expectativas fueron rebasadas con creces. Para mí es un clásico, un libro imprescindible que hay que leer y salvar con esos pocos (miles ahora gracias al ebook) libros para llevarnos a la isla del fin del mundo. ¿Por qué? Pues no sólo por la sublime forma de escribir los 14 momentos. Son 14 ensayos independientes, cada uno una auténtica joya de la literatura, el cuento, la novela corta, hasta la poesía (Zeiwg era también poeta). Lo que me superó fueron los hechos que eligió el autor. Me imaginaba grandes batallas (y alguna sí que hay), Cristo, reyes… ¿Y qué me encontré? Pues cosas mucho más IMPORTANTES (y lo pongo con mayúsculas): ciencia, justicia, música, arte, y claro, batallas, como no. Los que siempre tengo en la memoria son los siguientes. El primero, donde cuenta la decisión de Cicerón, el romano, el abogado, el orador (ya hablé de Imperium, el primero libro de la trilogía de Robert Harris sobre el famoso romano), de enfrentarse a César, de impedir la caída de la República... y que le valió su muerte. Vaya historia… no puedo evitar leerla de tiempo en tiempo. Otra historia es la descripción por Zweig de la composición por parte de Händel de “El Mesías”. Cuando acabé me fui literalmente al Corte Inglés (única tienda en Sevilla donde podías comprar CDs de música clásica en aquel momento),  me compré el CD y lo escuché de cabo a rabo. La descripción de la caída de Bizancio (Constantinopla) y sus consecuencias es deliciosa. La importancia de la línea telegráfica que unió Europa y los EEUU… La poca flexibilidad del Mariscal Grouchy que provocó, según nos cuenta (aunque ya nunca lo sabremos), la derrota de Napoleón en Waterloo.

Nada, si después de esto no os vais a la FNAC o a donde sea a comprarlo y leerlo… Que lo disfrutéis.

La radio de Darwin y Los niños de Darwin, de Greg Bear


Como ya he dicho muchas veces me gusta la ciencia ficción, aunque obviamente la buena ciencia ficción. Buscando aquí y allí, encontré varios comentarios sobre estos dos libros de Greg Bear. La idea era interesante, especular con un cambio evolutivo en el ser humano como consecuencia de una mutación genética en respuesta al stress de nuestra vida actual. Su autor afirma en sus notas finales que para preparar el libro se entrevistó con muchos científicos (sobre todos biólogos moleculares) para que su idea no fuese un mero disparate. Parte del objetivo del libro es introducir al lector con la terminología de la biología molecular moderna (se explaya con palabrejas técnicas que nos explica, e incluso nos pone un glosario de las mismas al final de los libros.

La historia de La radio de Darwin comienza en los Alpes con una “excursión” de tres ladrones de tumbas que pretenden encontrar evidencias de que existió el Jeti (hombre de las nieves), descubriendo en realidad una familia de neardentales en una situación muy desconcertante según ve Mitch Rafelson, uno de los personajes principales de la novela. Luego saltamos a Georgia donde las Naciones Unidas investiga matanzas de la reciente guerra civil, aunque encuentra algo un poco perturbador: familias muertas con bebes recién nacidos en las manos … madres embarazadas con disparos en en abdomen. Nuestra protagonista principal, una experta en biología molecular, es expulsada de la zona, etc. Así poco a poco Berg nos va introduciendo en la trama: Una nueva especie está surgiendo … pero resulta que ya lleva años entre nosotros pero el homo sapiens sapiens los ha exterminado por alguna misteriosa razón. La trama está bien, te cuenta muchas cosas que no sabía, como que tenemos incrustado en nuestro ADN secuencias enteras de ADN vírico, en apariencia antiquísimo y que “no sirve para nada”. Lo que ocurre a continuación es que e Mitch Rafelson mpiezan a nacer niños muertos y sus madres quedan embarazadas de nuevo sin mediación de nadie ¿?. Esto se convierte en una epidemia (hay madres infectadas de ciertos virus que son los causantes de dichos abortos, pero en realidad los portadores son sus “maridos” (los hombres) que no se creen una palabra. Bueno para abreviar, nuestra protagonista queda embarazada y tiene una de los nuevos niños (después de perder el intermedio) con el experto antropólogo Mitch Rafelson.

Los “nuevos” niños son muy “especiales”, nacen hablando, se comunican con feromonas, cambiando de color la piel, etc. Es obvio que el gobierno de EEUU (donde transcurre la historia) empieza a perseguir a estos nuevos niños y a confinarlos en escuelas especiales así que comienza una batalla legal sobre derechos civiles, etc. Hasta aquí el primer libro (el final no os lo destripo, pero se intuye). El libro no está mal dentro del panorama de la ciencia ficción (le dieron el premio Nebula de 2000 y fue finalista del premio Hugo de ese mismo año). Una buena descripción es la que hace en su presentación Miquel Barceló:
“LA RADIO DE DARWIN es, pues, una intrigante especulación a partir de los actuales conocimientos biológicos y antropológicos, un ingenioso y bien tramado thriller que cuestiona casi todas nuestras creencias sobre los orígenes del ser humano y su posible destino. 
Tres hechos, que al principio parecen inconexos, acabarán convergiendo para sugerir una novedad devastadora y sacudir los cimientos de la ciencia: la conspiración para ocultar los cadáveres de dos mujeres y sus hijos en Rusia, el descubrimiento inesperado en los Alpes de los cuerpos congelados de una familia prehistórica, y una misteriosa enfermedad que sólo afecta a mujeres gestantes e interrumpe sus embarazos. 
Kaye Lang, una bióloga molecular especialista en retrovirus, y Christopher Dicken, epidemiólogo del Servicio de Inteligencia de Epidemias, temen que algo que ha permanecido dormido en nuestros genes durante millones de años pueda haber empezado a despertar. Ellos dos, junto al antropólogo Mitch Rafelson, parecen ser los únicos capaces de resolver un rompecabezas evolutivo que puede determinar el futuro de la especie humana... si ese futuro sigue existiendo. 
Y todo ello en el seno de una peripecia humana general pero que remite a la misma aventura de la ciencia, al enfrentamiento de viejos y nuevos paradigmas del conocimiento.”
La segunda novela, es como casi se puede adivinar por su nombre, la secuela, la segunda parte. Aquí tengo que decir que si la primera me gustó, la segunda me decepcionó bastante. Se cumplió esa máxima (que como sabemos tiene sus honrosas excepciones) de que nunca segundas partes fueron buenas. Esta vez en su presentación Miquel Barceló escribe:
“La idea de una mutación por el efecto de un retrovirus presente en el ADN humano se analizaba allí [La radio de Darwin] en la forma de un sugerente y estimulante thriller tecnobiológico. Pero, y algunos lo sabíamos o intuíamos, quedaba lo más importante: ¿cómo reaccionarían las estructuras sociales y políticas actuales ante un fenómeno de tal magnitud?, ¿cuáles serían las consecuencias de la convivencia de dos especies humanas distintas? […] LOS NIÑOS DE DARWIN especula brillantemente sobre la difícil convivencia entre dos especies humanas. Cuando los niños mutados por el retrovirus SHEVA alcanzan la adolescencia, se enfrentan a un mundo que se siente ultrajado por su sola presencia. El miedo a que puedan entrar en acción nuevos retrovirus que podrían incluso determinar el fin de la especie humana tal y como ha sido conocida en los últimos milenios, lleva a confinar a los «niños de Darwin» en «escuelas» especiales, verdaderos campos de concentración, mientras grandes sectores de la población los demonizan de manera histérica y casi instintiva. El conflicto entre especies parece inevitable.”
Pues eso, se describen las paranoias del personal, mezcladas con las historias de los padres de Stella: Lang y Rafelson (los principales actores de la primera novela) que se han separado y han continuado por caminos muy distintos, uno luchando por los derechos de los nuevos niños, y la otra intentando probar científicamente que no son una amenaza.

Lo que pone la guinda al pastel es que el autor, en esta segunda parte, se pone a especular sobre la existencia metafísica de un ser invisible que obviamente es Dios y que empieza a hacer tambalear los principios racionales de la bióloga Kaye Lang. El propio autor escribe al final:
“Gran parte de la ciencia de esta novela sigue siendo controvertida. La ciencia normalmente nace con elucubraciones, pero con el tiempo debe recibir confirmación por medio de la investigación, las pruebas empíricas y el consenso científico. Sin embargo, todas las elucubraciones presentadas aquí están apoyadas, en mayor o menor medida, por textos de investigación publicados en respetables revistas científicas. Me he preocupado de solicitar algunas críticas científicas y he corregido allí donde los expertos me sugerían que me estaba pasando de la raya. 
No dudo que siga habiendo errores, pero son responsabilidad mía, no responsabilidad de los científicos u otros lectores amables que detallo en los agradecimientos. 
Las elucubraciones teológicas que presento también están basadas en pruebas empíricas, personales y recogidas de gran cantidad de textos clave. Pero esas pruebas son muy difíciles, hasta lo asombroso y lo extraordinario, de presentar científicamente, ya que necesariamente son anecdóticas. 
Eso no hace que la verdad sea menos evidente para los testigos; simplemente sitúa ese tipo de experiencia vital en la misma categoría que otros sucesos humanos, como el amor, el pensamiento abstracto y creativo, y la inspiración artística. 
Todas esas experiencias son personales y anecdóticas, y sin embargo casi universales; la ciencia actual no comprende ni cuantifica con facilidad ninguna de ellas.”
En comparación con el primer libro, Los niños de Darwin es bastante mas floja y aburrida (en especial sus elucubraciones teológicas). Muchas veces se pasa desvariando sobre la ética de los campos de concentración, el “comunicador” (Dios) etc. Vamos, que si sólo os leéis la primera, no os perderéis nada, más aún con el final previsible y hasta cierto punto lamentable de la misma.

El hijo de Stalin, de Robert Harris

Habiendo leído Imperium de Rober Harris, del que ya he escrito una entrada aquí, me quedé con ganas de leer su continuación y descubrí, para mi decepción, de que todavía no habían aparecido sus dos secuelas (es una trilogía) sobre las “aventuras” de Cicerón, así que me puse a buscar si había algo más de Harris y encontré dos novelas: Pompeya (que versa sobre la famosa erupción, y no se nada más, pues lo tengo en tareas pendientes) y El hijo de Stalin. Así que después de leerme algún libraco reseñado en este blog, decidí, dada la buena sensación que me dejó Imperium, probar suerte con Harris otra vez. Dado que la historia de la URSS es algo que queda “cerca”, elegí El hijo de Stalin.

Tengo que decir, que aunque me gustó, el libro no era ni por aproximación lo que yo me pensaba que era. La historia comienza con la narración por parte de un tal Rapava de los hechos que ocurrieron en la víspera de la muerte de Stalin al personaje principal: un famoso profesor de Oxford, residente en Nueva York y escritor de cierto éxito, el cual se supone que es todo un experto en Stalin. La historia que le cuenta Rapava, que había sido el guardaespaldas más joven de Beria (el todo poderoso jefe de la seguridad soviética en los tiempos de Stalin, la NKVD, precursora de la KGB), es que Beria, había robado a un moribundo Stalin una llave que abría la caja fuerte del susodicho de donde sustrae un cuaderno, que se supone que es el diario personal donde Stalin ha hecho las anotaciones de sus últimos años. Aquí Harris aprovecha para contarnos el golpe magistral de Jruschov, Zhukov y otros de los líderes soviéticos para cargarse a Beria, acusándolo de enemigo del pueblo, y…. Bueno el resto de esa introducción os la dejo para que la disfrutéis (son unas pocas páginas —10%— del principio, necesarias para meternos en la trama real del libro). Después de contarle toda la historia, Rapava desaparece sin dejar rastro, aunque dejando algunas más que sospechosas pistas: cierta caja de cerillas, una hija “puta” y un hijo “muerto” (eso me suena de más de una peli).

La acción del libro tiene lugar a finales de los 90, con el amigo Eltsin en el poder, una Rusia con unas desigualdades tremendas, con una aparente democracia… y con un Symposium de historia del Partido Comunista de la URSS con eruditos occidentales… Nuestro personaje principal es un inglés, el Dr. C. R. A. Kelso, “al que todos llamaban Chiripa, que significa “golpe de suerte”. Este es un mujeriego empedernido, bebedor si es necesario, que ha pasado años en Moscú estudiando lo que ha podido en los archivos sobre la personalidad de Stalin (Harris aprovecha para deleitarnos con varias frases del jefe del Soviet Supremo como esta: “Elegir la víctima, preparar minuciosamente los planes, consumar una venganza implacable y después irse a dormir... no hay nada más dulce en el mundo”. Cuan fiable es la frase, no lo sé, pero no me extraña nada que lo dijera.

El caso es que Chiripa no puede evitar pensar que Rapava, su desconocido confidente, tiene el famoso diario de Stalin así que…

No puedo seguir, a no ser que queráis que os destroce el libro. A partir de este momento empiezan a aparecer personajes (relevantes, en la historia) que conducen a Chiripa en su búsqueda hasta que, ¡cómo no! encuentra el famoso cuaderno perdido de Stalin. Lo que lee da a la historia un giro inesperado (estamos casi en la mitad del libro). La descripción de la Rusia de finales de los 90 es muy buena, la nostalgia por el pasado, la prostitución de alto “estanding”, la policía sin medios, las amenazas mafiosas…

Aunque el libro es más un thriller que una novela histórica, me lo pasé muy bien. A veces intuía lo que iba a pasar pero… Lo dejo, no sigo. Os lo recomiendo para una lectura de fin de semana, sin mucha más pretensión que la de pasar un rato entretenido con una novela correcta y con personajes no muy complejos, pero por lo menos creíbles.

Imperium, de Robert Harris

Dando un paseo por el centro de Sevilla entré en El Corte Inglés en el apartado de libros de ocasión y pillé una de esas ofertas de libros a 5 euros que de vez en cuando ponen. Suelen ser “best sellers” en tapa dura que llevan ya un tiempo en el mercado y que las editoriales deben vender a precio de saldo para ahorrarse el almacenaje. Entre los que me compré estaba Imperium de Robert Harris. El currículum del escritor parecía interesante: “Ha trabajado como reportero de la BBC, ha sido responsable de la sección de política del Observer y columnista de The Sunday Times. En 2003 fue nombrado Columnista del Año en los British Press Awards…)”. La crítica escribía flores sobre sus libros… y de este en cuestión que habla de la vida del gran abogado romano Cicerón. De hecho Harris describe la primera parte de la vida de Cicerón, cuando pasa de ser un simple abogado a entrar en la arena política de Roma como cónsul romano. El final del libro no desmerece nada (y me he leído más de un libro que ha pasado de entretenido a bazofia en las últimas 10-15 páginas).

Harris describe con gran maestría, desde mi punto de vista, la vida política de la todavía entonces República. Las luchas de poder de los correspondientes generales (entre ellos Pompeyo) y describe como va emergiendo uno en particular, Julio César, el cual no cesa en su empeño de hacerse con el poder. La novela esta escrita desde el futuro, de la mano de Tiro, el esclavo y secretario personal de Cicerón. La descripción de la corrupción de muchos de los políticos romanos y sus tejemanejes son muy representativos del día a día en la política actual. En particular me gustó mucho como Harris describe a Cicerón, un abogado muy “justo”, pero un abogado al fin y al cabo, con intenciones políticas muy claras.

Para preparar el libro, Harris explica que estudió minuciosamente la vasta de Cicerón que ha llegado a nuestros días, y seguramente sea cierto, pues a diferencia de otros libros de novela “histórica” que he reseñado aquí (como el nefasto La caída de los gigantes) la novela se lee más que bien, los personajes son bastante creíbles (las descripciones de Tiro son muy buenas) y te muestra una Roma corrupta pero a la vez grandiosa, con sus complejas leyes, su “democracia” y sus juegos de poder. Os lo recomiendo a todos, y espero que la segunda entrega (es una trilogía) no tarde demasiado y que esté a la altura de este pues tengo impaciencia por saber de las nuevas tribulaciones de este grandioso personaje histórico, capaz de arriesgar su vida y enfrentarse a César, quien lo mando a asesinar como bien cuenta Stefan Zweig en su magnífico Momentos estelares de la Humanidad, otro libro del que en breve escribiré una reseña en este blog.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Nada, de Janne Teller

No hay nada peor que crear grandes expectativas. Nada. Compré este libro sin información previa, sin saber una palabra de la autora, seducida por las magníficas críticas de la contraportada y la solapa: "A la altura de un premio Nobel"; "Uno de los libros más literarios y filosóficamente interesantes de los últimos años"; "Impresionante. Janne Teller consigue manterner el suspense hasta la última página... Gran arte". En fin. El primer comentario me hacía esperar a García Márquez, a Saramago, a Yeats quizá... Con el segundo deseaba tener que replantearme algunas cuestiones, volver a dudar. El tercero me tentaba con un final inesperado. Pero, al final, nada de nada. En lugar de un texto de los grandes, dadaísmo. El crítico que anunciaba filosofía debería leer un poquito más. Y, para mi desilusión, el final estaba escrito en las primeras páginas (al menos en mi ejemplar). En la parte positiva: se lee en unas pocas horas.

Pierre Anthon dejó la escuela el día que descubrió que no merecía la pena hacer nada puesto que nada tenía sentido.
Los demás nos quedamos.

Así se anuncia la historia de Teller. El resto se desarrolla a partir de las acciones que los compañeros de clase de Pierre Anthon (subido a partir de la página diez a un ciruelo) inician para combatir el alud de realidad e indiferencia que se les ha venido encima. El empeño en devolver al renegado Pierre Anthon a las convenciones del mundo desemboca en un juego cuyo objetivo es encontrar significado a la vida y su circunstancia. Cada uno de los chicos debe entregar un objeto que para él o ella sea importante, que signifique algo. La trampa: no es uno mismo quien decide, sino otro de los compañeros, por turnos. El resultado de una regla así sólo puede ser uno, y en inglés lo llaman escalation. La provocación de la historia (y la reflexión que debería suscitar en nosotros, imagino) aparece cuando se cruzan esas líneas "sagradas" que tienen que ver con las religiones y con los cuerpos.

No puedo recomendaros este libro en las siguientes circunstancias: (i) habéis visto Hellraiser; (ii) habéis leído a Palahniuk; (iii) tenéis más de dieciocho años. Aún así, esta vez temo no haber comprendido el mensaje. No puede ser, me digo, que una veintena de comentarios extremadamente positivos (incluyendo la traducción a trece lenguas de un libro que es lectura recomendada en los colegios) describan una novela que me ha dejado tan indiferente. A pesar de mi no recomendación, desearía que alguno de vosotros se animase a leerlo. Quizá me podría aclarar dónde me he perdido...