lunes, 20 de febrero de 2012

Adam's Tongue, de Derek Bickerton

Derek Bickerton es lingüista, en la actualidad profesor emérito en la Universidad de Hawai. Este es el segundo libro suyo que leo. El primero, Bastard Tongues, contaba cómo aparecen las lenguas pidgin y su versión adulta, las criollas. Disfruté tanto con la lingüística como con los relatos de viajes, hombres e historias en ese libro, así que no tuve ninguna duda cuando vi este. A por él.

El tema principal del que hoy nos ocupa es el origen del lenguaje humano. Bickerton quiere transmitir dos mensajes en este libro. El primero es que es el lenguaje lo que nos hace humanos (parece fácil, pero no lo es). El segundo es la ausencia de continuidad entre nuestro lenguaje y cualquier otra cosa que puedan usar los demás primates. Ambos mensajes están enlazados, ya que el primero se explica, según el autor, por las particulares exigencias (o presiones de selección) a las que el ambiente ha ido sometiendo a nuestro linaje desde que nos separamos de los chimpancés. Hablar y hacernos Homo sapiens ha sido todo uno.

Para Bickerton, es incuestionable la discontinuidad entre cualquier forma simbólica de comunicación entre los individuos de especies distintas a la nuestra y el lenguaje conceptual, desplazado del aquí y ahora, proyectivo, inventivo y de ilimitada capacidad combinatoria que nosotros practicamos. Aunque podía estar casi de acuerdo con esta tesis antes de leer el libro, ahora no me queda duda de que es cierta. Pero el núcleo del libro, como su subtítulo indica, es la coevolución del lenguaje y la propia naturaleza de los humanos. En cierto sentido, el empeño de Bickerton es el desarrollo de una teoría gradualista que, a su modo de ver, haga creíble la aparición del lenguaje. Los pasos deben ser siempre pequeños y sujetos a selección, así que lo que busca continuamente es en qué forma el ambiente (tanto ecológico como social) obligó paulatinamente a nuestros ancestros a desarrollar capacidades cognitivas que corrieron paralelas a la construcción del lenguaje humano. Los saltos evolutivos no tienen cabida en su teoría, se habla como mucho de "cascadas", nunca de transiciones. Bickerton usa la teoría de construcción del nicho ecológico como escenario, donde se deben distinguir tres componentes: el habitat, la nutrición y los medios (para obtenerla). En la línea evolutiva que finaliza en el hombre actual enumera hasta siete nichos distintos a los que hemos tenido que adaptarnos sucesivamente. Sin embargo, el primer paso, el más difícil aparentemente, fue la aparición de un lenguaje "desplazado" que fue imprescindible para sobrevivir en ambientes donde era necesario localizar los cadáveres recientes de grandes animales o, en otros casos, organizar partidas de caza sin tener el objetivo a la vista.

Bickerton reconoce que hay pocas ideas originales en su teoría, aunque defiende el conjunto y el engarce de los elementos como propio. Lo peor del texto es la minucia de detalles no siempre necesarios y la repetición de las ideas principales. Como es habitual en este tipo de libros, hay que repasar las ideas y sutilezas esgrimidas por un buen número de lingüistas, antropólogos y humanistas que han bregado con el tema. Ahí aparece lo peor-peor, un capítulo "dedicado" a Chomsky en el que exagera las limitaciones de la teoría de su colega y compara hasta el hastío sus aproximaciones. A pesar de esta crítica final, el libro me ha resultado interesante y bastante ameno, aunque no lo recomendaría a nadie que no tuviera un interés específico en el tema de la evolución del lenguaje.

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