domingo, 23 de febrero de 2014

La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo

Esta es una novela de difícil catalogación. Novela es, porque narra hechos ficticios, pero también ensayo, porque da una visión (muy personal) del Medellín posterior a la muerte de Pablo Escobar, cuando era (si aún no lo es) una ciudad llena de sicarios en paro. Y formalmente está cerca de la poesía, por el lenguaje. Narra, en primera persona, las impresiones de un colombiano que regresa a Medellín tras años de exilio en Europa, y recorre la ciudad acompañado por su joven novio, uno de esos sicarios desempleados. Pero la novela no descansa en la narración, que no es más que un leve hilo conductor; la novela se fundamenta en el oxímoron, la paradoja y la contradicción. El propio título ya lo deja claro: La virgen de los sicarios, la patrona de los asesinos, la virgen a la que rezan rogándole que guíe sus balas (sus «balas rezadas») para que no fallen el blanco.

miércoles, 12 de febrero de 2014

The Sandman, de Neil Gaiman

Neil Gaiman es un conocido escritor de novelas de fantasía, con relatos adaptados al cine (Stardust o Coraline, por nombrar un par) y novelas superventas que ya han sido reseñadas por aquí. Pero no fue siempre así. A finales de los 80, Gaiman era un joven periodista inglés que intentaba hacerse a duras penas un hueco como escritor en el mundo del cómic americano. Después de escribir varias obras menores, culminó con The Sandman una de las mejores series que ha visto el medio. Fue The Sandman la que le lanzó al estrellato, y me atrevería a decir que nada de lo que ha escrito Gaiman después (ni cómic ni novela) llega a los niveles que alcanzó en esta serie.

lunes, 3 de febrero de 2014

Garbo, el espía, de Stephan Talty

El desembarco de Normandía tenía todas las papeletas para fracasar estrepitosamente. A Hitler no le estaba yendo nada bien en el frente ruso, pero en Francia tenía unas cuantas divisiones y un buen arsenal de tanques como para haber frenado cualquier intento de invasión por la costa francesa. Y sin embargo, las órdenes de Berlín fueron ignorar el desembarco que se estaba produciendo y concentrar las tropas en Calais. Hasta más de una semana después los alemanes no reaccionaron a la invasión, como si no fuese más que un simulacro. Es más: un par de divisiones Panzer que se dirigían a Normandía recibieron órdenes tajantes de Berlín de acudir a Calais a esperar la verdadera invasión. Bueno, pues todo esto se debió, como os podéis imaginar, al servicio de inteligencia inglés, pero sobre todo —y eso para mí ha sido una novedad— a un español: Juan Pujol. Garbo.