jueves, 10 de septiembre de 2015

Shogun, de James Clavell


Uno de los períodos álgidos de la historia japonesa, fascinante donde las haya, es la aparición del Shogunato de Tokugawa, en torno al 1600. Japón había sido un estado dominado por señores feudales durante siglos, con continuas guerras civiles y luchas por el poder, hasta que Tokugawa Ieyasu decidió que ya estaba bien de aquello, y que él iba a poner orden en las islas. Y vaya si lo hizo: el shogunato duró hasta 1868, cuando la influencia extranjera, entre otros muchos factores, fomentó una revolución que acabaría, no solo con el shogunato, sino con todo el sistema social japonés (adiós a los samurais, a las katanas, etc.). A día de hoy, el shogunato de Tokugawa sigue siendo el mayor período de estabilidad en TODA la historia de Japón (que se dice pronto).

Es en el auge de Tokugawa, aproximadamente medio año antes de la decisiva batalla de Sekigahara (1600), donde James Clavell centra su novela histórica/de aventuras, Shogun

El libro comienza con la llegada a las islas japonesas de John Blackthorne, un piloto de barco inglés que consigue llegar a duras penas a Japón tras atravesar el estrecho de Magallanes. En esa época, los ingleses están en guerra con España y Portugal (unificadas bajo el reinado de Felipe II), apoyando a los holandeses en su lucha independentista, mientras que Japón se halla en un tenso período de "paz" tras la muerte del Taiko, un dictador militar cuyo breve mandato no sirvió para sacar al país del caos. Por varios azares, Blackthorne acaba muy cerca de Toranaga, un poderoso señor feudal que hace las veces de Tokugawa (Clavell decidió cambiar los nombres a los personajes históricos que aparecen en su novela, imagino que para poder alterar los hechos significativamente sin que nadie se le echase encima). A lo largo de sus más de mil páginas, el libro sigue las intrigas políticas en torno a Toranaga, a medida que Blackthorne va impregnándose de la cultura japonesa y enfrentándose a los jesuitas portugueses (que gozan de bastante favor entre algunos señores feudales), con romántica historia de amor incluida, indispensable para gente como yo. No solo eso, ¡Blackthorne llega incluso a convertirse en samurai! (los lectores más escépticos puede que se rían del burdo recurso literario usado por Clavell para profundizar en el estilo de vida de los samurai, pero se sorprenderán al saber que gran parte de la historia de Blackthorne está basada en un hombre real, William Adams, que fue muy cercano a Tokugawa y se convirtió en samurai —aunque es muy probable que no viviese una historia de amor como la del libro, claro).

Aunque al principio el libro parezca centrado en Blackthorne y sus peripecias, pronto se hace evidente que el verdadero protagonista del libro es Toranaga (por algo la novela se llama Shogun). Este continuamente es capaz de burlar las maquinaciones de sus enemigos que, evidentemente, no quieren que se haga con el poder. Blackthorne queda relegado a un segundo plano, de testigo, y le sirve a Clavell para mostrar al lector las costumbres y filosofía de los japoneses de la época. Es sin duda esto último (y también la historia de amor, claro) lo que hace que la novela sea tan interesante: al seguir a Blackthorne en su inmersión cultural, uno no puede dejar de comprender y cogerle cariño a la peculiar forma de afrontar la existencia de los japoneses en el siglo XVI. Por otra parte, las intrigas políticas son mucho más curiosas cuando sus protagonistas son japoneses, y cuando la mente maestra detrás de todo (Toranaga) maneja a los personajes a su antojo como piezas de ajedrez.

Que la novela me ha encantado no es de extrañar, dada mi fascinación personal con Japón, pero la cuestión es si a gente más normal le gustará también. Creo que si tienes una cierta curiosidad por la cultura del Japón feudal, esta puede ser una buena novela para empaparse: samurais, seppuku, budismo, castas, té, incluso la arquitectura de las casas japonesas forman parte integral de la novela, sumergiéndonos en un mundo extraño y ajeno, que poco a poco se nos va haciendo más comprensible. Aunque siga siendo jodidamente raro.

PD: el libro es antiguo, de 1975 (sí, a mí eso de leerme cosas escritas por gente que aún vive no me va), y fue adaptado a una miniserie de televisión que parece bastante moñas. No obstante, el papel de Toranaga lo interpreta Toshiro Mifune, así que quizás haya que darle una oportunidad.

1 comentario:

  1. En primer lugar, tengo que reconocer que soy un admirador de la cultura japonesa, idioma incluido, en cuyo estudio invertí tiempo hace algunos años. Luego, incapaz de pasar del primer curso en la escuela de idiomas, lo dejé para mejor ocasión. Ello no significa en modo alguno que mi interés por dicha cultura haya disminuido. Simplemente me limité a dejar el idioma algo aparcado. En cuanto a la obra, es de mis preferidas. La novela histórica es una de mis pasiones, y la época en la que discurre la acción en «Shogun» es sumamente interesante: las luchas de poder entre «daimios», la crueldad aparente y real, el odio al extranjero, la presencia jesuita en las islas y la inmersión cultural sufrida por el protagonista dotan de un interés especial a la obra. Con una redacción precisa y no exenta de descripciones necesarias, el autor nos lleva de la mano en una aventura en tierra extraña, la denominada «Yamato» por los antiguos, el Japón de primeros del siglo XVII. La relación del capitán holandés con la chica traductora japonesa sirve de hilo conductor para sumergirnos en una cultura fascinante. No falta por supuesto la historia de amor y la guerra en un país que aún continúa en época feudal. Para los amantes de la cultura japonesa, recomiendo «El crisantemo y la espada», de R. Benedict. En resumen, la obra para mí, imprescindible. Salu2.

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