miércoles, 27 de abril de 2016

Ladrones de tinta, de Alfonso Mateo-Sagasta

Continuando con el homenaje a Cervantes que (involuntariamente) empecé hace dos entradas con el Tristram Shandy de Sterne, hoy traigo al blog una novela histórica ambientada en el Madrid de comienzos del XVII y con una intriga en torno al «falso» Quijote de Avellaneda. Como ya sabéis, mientras Cervantes remoloneaba —para desconsuelo de su editor— sin decidirse a abordar en serio una continuación de la aventuras de su famoso hidalgo, un tal Alonso Fernández de Avellaneda se le adelantó publicando en una imprenta de Tarragona la dicha continuación. Este «falso Quijote», como se le suele llamar hoy día, tuvo en cambio buena acogida entre el público. Y por si esto fuera poco para el desolado Cervantes, en su prólogo el tal Avellaneda se despacha a gusto con él, en represalia, dice, por haber ofendido en su obra a alguien en cuya descripción encaja muy bien Lope de Vega.

domingo, 17 de abril de 2016

El asesinato de Margaret Thatcher, de Hilary Mantel

Hete aquí que un título llamativo me ha hecho descubrir la que promete ser una gran narradora. Y no lo digo porque no lo sea ya (he sabido que ha ganado dos veces el Booker), sino porque yo no la conocía (lo que no es sorprendente porque han empezado a traducirla hace poco). Mantel es más una autora de novelas que de relatos, de los que tan solo tiene dos recopilaciones —y esta es la única traducida—, por lo que tal vez no reflejen fielmente sus capacidades. Aun así, he de decir que los relatos son muy buenos. No es que sean grandes historias (no lo son), ni que tengan giros sorprendentes (no los tienen), ni siquiera poseen la ironía inglesa que a mí me sugirió el título, pero todos te atrapan, porque están escritos con el pulso narrativo de un maestro (maestra en este caso).

lunes, 11 de abril de 2016

La vida y las opiniones del caballero Tristram Shandy, de Laurence Sterne (trad. de Javier Marías)

De la compleja relación de amor-odio que a lo largo de la historia han mantenido España e Inglaterra —y uno de cuyos más recientes episodios ha sido el «troleo» de ForoCoches— una de las cosas que tenemos que agradecerles es haber salvado para la posteridad la que unánimemente se considera nuestra mejor novela. Porque por mucho que ahora se la venere como la obra maestra de nuestra literatura, la génesis de la novela moderna, la más grande historia jamás escrita, resulta que el Quijote no tuvo en nuestras letras ninguna repercusión. Por sorprendente que nos resulte, el Quijote NO creó escuela. No en España, al menos. La novela de Cervantes empezó a ser leída con curiosidad e interés a raíz de que los románticos la rescataran, intrigados por los elogios que de ella hacían los ingleses. Pero para entonces la novela ya era otra cosa, y la tradición que recogieron nuestros novelistas venía de Francia en la forma del «realismo». Así pues, la anécdota de Borges sobre el Quijote —del que decía que era «una mala traducción» del inglés, la lengua en que lo leyó en su infancia— no carece de cierta justicia.